Hoy me surgió esta pregunta pensando en todas las cosas en la cuales las personas gastan su dinero, desperdician su tiempo y ponen esmerada atención para obtenerlas o simplemente embellecer aquellas que ya poseen.
¿Has reparado en ese detalle? Gastamos en la decoración del hogar, en tener el vehículo en óptimas condiciones, en tratamientos para el cabello, la piel, gastamos el dinero en joyería y accesorios para embellecer el cuerpo, gimnasio y nutriólogos para obtener dietas que nos hagan tener un cuerpo envidiable y satisfacer la vanidad o el ego. Se gasta dinero enloquecidamente en ropa y zapatos que muchas de las veces pasarán meses encerrados en el armario, pero tú estas satisfecho porque los tienes
Así pasa con muchísimas cosas que adquirimos y que no necesitamos realmente. Es justo que nos demos el lujo de adquirir algo que nos satisfaga de vez en cuando, que nos haga sentir bien y ayude a reforzar y aumentar nuestra confianza y autoestima, pero esa no es la cuestión el día de hoy.
Voy a ir aún más allá. Si eres profesionista habrás invertido una fuerte suma de dinero en tu formación académica, tuviste que pagar por no menos de 4 años una mensualidad, gastaste en libros, papelería, impresiones, transporte, sacrificaste tiempo de diversión, eventos familiares, reuniones con amigos por que tenías que cumplir con tu objetivo de graduarte y ser una persona exitosa e independiente económicamente.
Vivimos en un mundo que se empeña en desviar nuestra atención constantemente al exterior, en distraernos y poner énfasis en que, aquello que necesitamos para realmente sentirnos plenos, está afuera. Es decir, si obtienes tal cosa te sentirás feliz, si portas cierta ropa estarás a la moda y encajarás mejor, si obtienes cierto nivel socioeconómico o académico tendrás mejores oportunidades de reconocimiento y proyección.
El hecho evidente es que gastamos en todas esas cosas, invertimos nuestro tiempo esfuerzo y dedicación porque les damos un valor. Significan algo importante que debemos poseer, sea que lo hagamos por convicción propia o porque nos lo hayan hecho creer. A veces no importa el precio, decimos que hay cosas que son invaluables y sin importar el costo nos lanzamos a la lucha por obtener eso que tanto deseamos.
Y, yo me pregunto con insistencia ¿Por qué si la gente está tan decidida a sacrificar y dedicar tanto por esos bienes externos, por qué no está dispuesta a hacer lo mismo por la riqueza interior? ¿Será que no es tan importante, será que aquello que está en el interior, y que por tanto nadie ve, no necesita ser embellecido? o quizás simplemente es el hecho de que:
La verdadera riqueza, aquella que es invaluable por su misma naturaleza ¡en verdad que tiene un costo!. Llegar a desarrollar las virtudes que han de convertimos en seres humanos sabios, templados, seguros y determinados no es una dádiva. Es el resultado de un trabajo constante de perfeccionamiento sobre uno mismo, es la consecuencia de atreverse tornar la mirada al interior y alumbrar las abismos oscuros de nuestro ser para llevarles luz y trasformar la suciedad que ahí reside en virtudes.
Los seres humanos tenemos la ingenua fantasía de que sabemos vivir, nuestra vida se nos escapa repitiendo patrones, generación tras generación, creyendo que hacemos lo mejor posible, engañándonos con la idea de que lo hacemos bien o, peor aún, ni siquiera nos lo cuestionamos, Pero no es verdad, nadie nos enseña a vivir, no nacemos sabiéndolo todo y por lo general no hay un manual o una escuela que nos muestre cómo hacerlo.
Aprendemos “a la mala”, a golpes y tropezones, nos descalabramos y sufrimos con las consecuencias de nuestras equivocaciones; y son estas precisamente las que nos hacen aprender y rectificar. Es la adversidad la que nos enseña realmente a vivir. Es andando que hacemos sendero.
Sin embargo no hay que perder de vista que, así como nosotros estamos andando el camino, hubo otros que ya pasaron por aquí, tropezaron, cayeron y se levantaron y, lo mejor de todo, DEJARON UN MAPA. ¡Si, un mapa! una “bitácora” si lo quieres ver así, donde plasmaron sus experiencias y observaciones del viaje.
Sabían que vendrían otros detrás de ellos y nos dejaron su ayuda. No significa que vayas a vivir la vida de otro o tengas que hacer lo mismo que ellos, significa que dejaron pistas y consejos de cómo hacerlo, o no hacerlo, y te corresponde a ti aplicarlos para hacer tu propio camino.
Resultamos tan soberbios, orgullosos y testarudos los seres humanos que nos ofendemos si alguien nos ofrece su ayuda, si alguien estira la mano y te dice: ven que yo te ayudo, nos enfurruñamos y decimos: no, que yo puedo sólo. ¿De verdad podemos solos? Lo dudo seriamente.
A lo largo de la historia estos seres nos han dejado su legado a través de diferentes medios, el arte el más frecuente; libros, poemas, canciones, música, esculturas, pinturas, novelas, arquitectura. Están ahí para que los tomemos y nos enriquezcamos con su sabiduría de vida, para que a su vez nosotros realicemos una vida plena, dichosa, exitosa, sustentada en la riqueza y paz interior que no tardará en mostrarnos su reflejo en el mundo que nos rodea.
¿Cuánto vales? Cuánto realmente estas dispuesto a gastar, invertir y sacrificar en aquello que es más importante que todo lo que ves, en aquello que de verdad es duradero, permanente e invaluable: ¡Tú mismo!
¿Te da pena o sientes que es un desperdicio gastar tu dinero en un buen libro, en una obra de arte, en una obra de teatro, en una guía de superación personal, en un curso de motivación, en una terapia?
¿Cuánto vales? ¿Cuánto estás dispuesto a gastar en ti mismo en invertir en el crecimiento y desarrollo de tu interior, de tu verdadero ser, de aquel que sabe lo que quiere pero no se lo permites?
¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar por aquello que realmente sueñas y quieres conquistar? ¿Qué tanto estás dispuesto a dar para convertirte en lo que realmente eres y dejar de ser sólo una sombra de tu verdadero potencial?
Te invito a que reflexiones y consideres a qué le estás poniendo mayor atención, qué es lo que realmente es importante para ti y qué tanto estás dispuesto a “pagar” por ello.
Recuerda:
“Sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio”. Sigmund Freud
¿A qué le concedes más valor?
¿Has reparado en ese detalle? Gastamos en la decoración del hogar, en tener el vehículo en óptimas condiciones, en tratamientos para el cabello, la piel, gastamos el dinero en joyería y accesorios para embellecer el cuerpo, gimnasio y nutriólogos para obtener dietas que nos hagan tener un cuerpo envidiable y satisfacer la vanidad o el ego. Se gasta dinero enloquecidamente en ropa y zapatos que muchas de las veces pasarán meses encerrados en el armario, pero tú estas satisfecho porque los tienes
Así pasa con muchísimas cosas que adquirimos y que no necesitamos realmente. Es justo que nos demos el lujo de adquirir algo que nos satisfaga de vez en cuando, que nos haga sentir bien y ayude a reforzar y aumentar nuestra confianza y autoestima, pero esa no es la cuestión el día de hoy.
Voy a ir aún más allá. Si eres profesionista habrás invertido una fuerte suma de dinero en tu formación académica, tuviste que pagar por no menos de 4 años una mensualidad, gastaste en libros, papelería, impresiones, transporte, sacrificaste tiempo de diversión, eventos familiares, reuniones con amigos por que tenías que cumplir con tu objetivo de graduarte y ser una persona exitosa e independiente económicamente.
Vivimos en un mundo que se empeña en desviar nuestra atención constantemente al exterior, en distraernos y poner énfasis en que, aquello que necesitamos para realmente sentirnos plenos, está afuera. Es decir, si obtienes tal cosa te sentirás feliz, si portas cierta ropa estarás a la moda y encajarás mejor, si obtienes cierto nivel socioeconómico o académico tendrás mejores oportunidades de reconocimiento y proyección.
El hecho evidente es que gastamos en todas esas cosas, invertimos nuestro tiempo esfuerzo y dedicación porque les damos un valor. Significan algo importante que debemos poseer, sea que lo hagamos por convicción propia o porque nos lo hayan hecho creer. A veces no importa el precio, decimos que hay cosas que son invaluables y sin importar el costo nos lanzamos a la lucha por obtener eso que tanto deseamos.
Y, yo me pregunto con insistencia ¿Por qué si la gente está tan decidida a sacrificar y dedicar tanto por esos bienes externos, por qué no está dispuesta a hacer lo mismo por la riqueza interior? ¿Será que no es tan importante, será que aquello que está en el interior, y que por tanto nadie ve, no necesita ser embellecido? o quizás simplemente es el hecho de que:
NO SE CONSIDERA NECESARIO GASTAR EN AQUELLO
QUE SE CREE QUE YA SE POSEE.
La verdadera riqueza, aquella que es invaluable por su misma naturaleza ¡en verdad que tiene un costo!. Llegar a desarrollar las virtudes que han de convertimos en seres humanos sabios, templados, seguros y determinados no es una dádiva. Es el resultado de un trabajo constante de perfeccionamiento sobre uno mismo, es la consecuencia de atreverse tornar la mirada al interior y alumbrar las abismos oscuros de nuestro ser para llevarles luz y trasformar la suciedad que ahí reside en virtudes.
Los seres humanos tenemos la ingenua fantasía de que sabemos vivir, nuestra vida se nos escapa repitiendo patrones, generación tras generación, creyendo que hacemos lo mejor posible, engañándonos con la idea de que lo hacemos bien o, peor aún, ni siquiera nos lo cuestionamos, Pero no es verdad, nadie nos enseña a vivir, no nacemos sabiéndolo todo y por lo general no hay un manual o una escuela que nos muestre cómo hacerlo.
Aprendemos “a la mala”, a golpes y tropezones, nos descalabramos y sufrimos con las consecuencias de nuestras equivocaciones; y son estas precisamente las que nos hacen aprender y rectificar. Es la adversidad la que nos enseña realmente a vivir. Es andando que hacemos sendero.
Sin embargo no hay que perder de vista que, así como nosotros estamos andando el camino, hubo otros que ya pasaron por aquí, tropezaron, cayeron y se levantaron y, lo mejor de todo, DEJARON UN MAPA. ¡Si, un mapa! una “bitácora” si lo quieres ver así, donde plasmaron sus experiencias y observaciones del viaje.
Sabían que vendrían otros detrás de ellos y nos dejaron su ayuda. No significa que vayas a vivir la vida de otro o tengas que hacer lo mismo que ellos, significa que dejaron pistas y consejos de cómo hacerlo, o no hacerlo, y te corresponde a ti aplicarlos para hacer tu propio camino.
Resultamos tan soberbios, orgullosos y testarudos los seres humanos que nos ofendemos si alguien nos ofrece su ayuda, si alguien estira la mano y te dice: ven que yo te ayudo, nos enfurruñamos y decimos: no, que yo puedo sólo. ¿De verdad podemos solos? Lo dudo seriamente.
A lo largo de la historia estos seres nos han dejado su legado a través de diferentes medios, el arte el más frecuente; libros, poemas, canciones, música, esculturas, pinturas, novelas, arquitectura. Están ahí para que los tomemos y nos enriquezcamos con su sabiduría de vida, para que a su vez nosotros realicemos una vida plena, dichosa, exitosa, sustentada en la riqueza y paz interior que no tardará en mostrarnos su reflejo en el mundo que nos rodea.
¿Cuánto vales? Cuánto realmente estas dispuesto a gastar, invertir y sacrificar en aquello que es más importante que todo lo que ves, en aquello que de verdad es duradero, permanente e invaluable: ¡Tú mismo!
¿Te da pena o sientes que es un desperdicio gastar tu dinero en un buen libro, en una obra de arte, en una obra de teatro, en una guía de superación personal, en un curso de motivación, en una terapia?
¿Cuánto vales? ¿Cuánto estás dispuesto a gastar en ti mismo en invertir en el crecimiento y desarrollo de tu interior, de tu verdadero ser, de aquel que sabe lo que quiere pero no se lo permites?
¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar por aquello que realmente sueñas y quieres conquistar? ¿Qué tanto estás dispuesto a dar para convertirte en lo que realmente eres y dejar de ser sólo una sombra de tu verdadero potencial?
Te invito a que reflexiones y consideres a qué le estás poniendo mayor atención, qué es lo que realmente es importante para ti y qué tanto estás dispuesto a “pagar” por ello.
Recuerda:
“Sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio”. Sigmund Freud
¿A qué le concedes más valor?
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